Payet lo hizo. Y vaya si lo hizo. Le robó el protagonismo a Rumanía. Le borró de los titulares. Desactivó la sorpresa con una asistencia y un gol. Y una ascendencia imprescindible. Fue la respuesta que encontró una Francia con más apuros de los deseados, quizá también más de los previstos. Delante se había plantado una versión muy competitiva de Rumanía. Sí, estaba en la Euro pudiendo presumir de un currículum muy pulcro: fase de clasificación sin derrotas y solo dos goles recibidos. Pero ahora se le venía encima todo un país, una anfitriona obligada a ser más que candidata. A ser favorita. Una reválida de máxima exigencia, que ponía a prueba sus cualidades. Y sacó muy buena nota.
Rumanía fue valiente al comienzo y disciplinada siempre. La Rumanía invicta era capaz de igualar el nivel del rival para seguir mostrando sus atributos. Francia se revolvió al descaro inicial con un tiro al palo, pero los galos se iban a mostrar incapaces de desestabilizar a los rumanos. Era un equipo sin control de la situación, con el peligro latente de algún impulso arrollador. Griezmann y Payet hacían avanzar a una Francia que sin ellos le costaba maniobrar sin caer en la descoordinación y la precipitación. No ayudó Pogba, cuyos adornos solo frenaban a su equipo. Tampoco Giroud, atado en corto y errático.
La segunda parte volvió a ver a una Rumanía envalentonada, y Stancu volvió a rozar el gol con otra pelota puesta por Stanciu. Griezmann y Payet debían volver a sumar por dentro, recibiendo y clarificando el juego. Y el del West Ham acabó iluminándolo todo. Empezó a arrancar, frenar y asistir. Hasta que puso el centro del 1-0. Prontó empató Rumanía, de penalti, porque los rumanos no iban a rendirse tan fácil. Se fue Griezmann y Coman y Martial trataron de dar vuelo por las bandas. Pero el hombre era Payet, con permiso de Kanté. Y Payet, en el 89', lo hizo. Hizo lo que tantas veces ya ha hecho. Decidió con su calidad, favorecido por su reubicación en la mediapunta. Desde ahí soltó un zurdazo a la escuadra de impresión. O de expresión, pues te podía salir de la boca cualquier disparate. Emocionante y emocionado, tuvo la oportunidad de recibir la ovación del repleto Saint-Denis. Payet merecía ese desenlace, aunque no lo merecía Rumanía. En el día en el que Rumanía compitió, Payet fue irresistible.
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