miércoles, 16 de abril de 2014

Mestalla, tres años atrás

Han pasado casi tres años exactos desde el último cruce en Mestalla entre Barcelona y Real Madrid (20 de abril de 2011). Hoy, día de la final, quiero recuperar el análisis de aquel encuentro. Una noche que nos ofreció un gran despliegue del Real Madrid durante el partido, con fases más apuradas y comprometidas. Fueron muchos los detalles que mencionar y que hicieron del equipo de Mourinho un grupo impenetrable para el Barcelona especialmente en la primera mitad. A continuación, el texto original:

TÁCTICA E INTENSIDAD. El Madrid mostró un sistema de partida muy claramente estructurado. Un 4-1-4-1 con Xabi Alonso de pivote y por delante Khedira y Pepe, alineados con los extremos. Mientras, Cristiano quedaba de referencia en ataque. Tras ver cómo se posicionan vemos ahora dónde lo hacen. Ahí se mantienen las líneas adelantadas y compactas, comprimiendo los espacios y neutralizando la circulación del Barça. Cuando el equipo blaugrana busca el juego interior, Özil y Di María se cierran para acentuar en tráfico en los pasillos interiores. Mientras, cuando el Barcelona busca jugar por fuera, los extremos se abren y fortalecen el lateral. Incluso hay ocasiones en que de modo circunstancial se forma una línea defensiva de 5 hombres, con Ózil o Di María retrasados. O también se ve la concentración de Di María para cubrir la banda izquierda en situaciones donde Marcelo sale a la anticipación sobre Pedro. Cualidad esta, la anticipación, ejecutada de modo general. En cuanto al joven jugador argentino, se muestra disciplinado para atender a Alves. El Madrid presiona, sale a buscar al Barça, no le espera. No es pasivo sino activo. Los tres medios salen a la presión. Ello provoca tanto recuperaciones propias como pérdidas ajenas, y cuando ello se produce el Barça sufre mucho. Con las líneas más adelantadas, las recuperaciones del Madrid son más próximas al área rival, y la rapidez de salida es muy peligrosa. Ahí Ózil y Di María se suman a Cristiano (4-3-3) y tanto Pepe como Khedira se descuelgan en ataque en los despliegues. Las transiciones son vertiginosas, directas. Se combinan en ocasiones con envíos en largo. Las marcas del Madrid no son fijas, son más dinámicas. Hay un reparto homogéneo de los esfuerzos. Sin duda se trata de una primera mitad de gran desgaste mental. Para el Madrid cerrando espacios, para el Barça intentando abrirlos. El Madrid demuestra disciplina defensiva y ambición ofensiva, y ambas facetas son desarrolladas con intensidad. El Barça manda en la posesión, pero el Madrid manda en el juego y el partido.

POSICIONAMIENTO FRENTE A CIRCULACIÓN. La segunda parte ofreció un cambio de protagonismo. Ahora fue el Barça quién llevó la iniciativa frente a un Madrid más a contracorriente. Veamos qué caracterizó a ambos equipos en esta etapa. Imposible de mantener tal nivel de intensidad, el Madrid empezó a bajar la presión y ofrecer una defensa más posicional que de marca. Con tendencia a retroceder unos pocos metros (no muchos, pero sí algunos) comenzaron a surgir espacios inéditos. El Barça, claro, forzó la situación. Entendió qué hacer y no dudó en realizar circulaciones rápidas, en pocos toques y ofrecimientos constantes. Ahora el juego se producía más adelante, y así comenzaron a llegar las ocasiones y el posterior protagonismo de Casillas. Las posesiones ganaron velocidad y verticalidad. El Barça aprovechaba el bajón del Madrid, pero a su vez lo provocaba con buen juego y mayor dinamismo, lo que sirve para provocar desajustes. La primera víctima del esfuerzo blanco fue Özil, con señales de agotamiento y reemplazado por Adebayor. Perfilado entonces Cristiano a la derecha, el Madrid no cambió su esquema. Introdujo presencia y aire para explotar el balón largo, recurso más pronunciado tras el descanso. El Barça encuentra a Xavi, Iniesta y Messi y, con ellos, los pasillos intermedios y la cocción de la jugada.

AGOTAMIENTO Y LENTITUD. En la prórroga las fuerzas escasean para ambos, con un esfuerzo físico y mental tremendo. El Barça mantiene posesiones, pero ya se ve un matiz. La pelota circula más lenta, los ofrecimientos escasean. La fluidez va en descenso y el Madrid rearma su capacidad de robo de pelota. Tras el 0-1, en la segunda parte de la prórroga, la tendencia va a más. En el Barça las botas pesan, no consiguen profundizar y el toque se vuelve previsible. El Madrid mantiene su defensa grupal y solidaria.

La extensión del partido se le hizo más llevadera al Madrid que al Barça. Ambos se repartieron la iniciativa en el tiempo reglamentario, pero en la prórroga la robustez de unos prevaleció sobre el ingenio de los otros. Un esfuerzo encomiable, que requiere un gran convencimiento, nivel de concentración y constancia. Las virtudes competitivas del Real Madrid le hicieron merecedor de la Copa del Rey.