lunes, 13 de diciembre de 2010

Rodrigo López, minutos de gloria

La Historia está formada a su vez por pequeñas historias, que unidas dan lugar al hecho en mayúsculas, aquello que sobrevivirá con el paso del tiempo. En el título que acaba de ganar Estudiantes, el Apertura 2010, hay una muy especial. Un relato de lucha frente a una rodilla maltrecha y de un nombre brillantemente inscrito en el día más feliz del campeonato.

Rodrigo López es uruguayo y cuenta con 32 años en el carné y una dilatada trayectoria en su vida. De Italia a Grecia volviendo a su patria y recorriendo el continente americano. En 2008 recaló en Argentina en las filas de Vélez y ahí estuvo hasta este pasado verano. Es cuando comienza un viaje de esfuerzo recompensado. Tras incompatibilidades económicas con el club, Rodrigo López, Ro-Ro, recaló en Estudiantes de la Plata. La bienvenida, la sombra exigente de Boselli y su saco de goles.

De la exigencia futbolística no tardó en pasarse a la pelea física. Esfuerzos dedicados a salir adelante de una operación de rodilla cuya recuperación marchaba más lenta de lo previsto. El equipo mientras jugaba y ganaba, reinventándose en ataque para suplir la ausencia de delanteros centros. "Me dolió que dijeran que vine roto", confesaba Ro-Ro por la ansiedad creciente de verle recuperado. Las fechas se sucedían. Su aportación se reducía a 40 minutos, pero su bagaje se elevaba a 2 goles durante sus presencias fugaces. El deseo del ariete uruguayo al verse inmerso en una mejoría era claro: "Ahora tiene que venir lo mejor".

Y lo mejor fue excepcionalmente bueno. Esperando en el banquillo en la última jornada, veía como espectador de primera fila a sus compañeros, dispuestos a cumplir con el último paso previo para el título: ganar a Arsenal y no depender del resultado de Vélez. El marcador no se movía para Estudiantes y Vélez ganaba. Hasta que Verón, el referente pincharrata, debió marchar y surgió... Sí, Rodrigo López. 30 minutos por delante para él y Estudiantes, media hora que el 0-0 traducía en una cuenta atrás angustiosa. Demasiado poco para los necesitados, suficientes para Rodrigo. Por su rodilla, por los desconfiados, por Vélez, equipo del que se marchó y, paradojas de la vida, era con quien peleaba por alcanzar el título. Por todo, festejó como ninguno. Porque ninguno a excepción de él fue capaz de encontrar las mallas rivales. Y por dos ocasiones.

El hombre ausente se encontraba en el césped y el equipo sin delanteros hallaba los goles de su ariete. 123 minutos de Apertura para el experimentado uruguayo que al final se traducían en 4 goles. Y un doblete de campeonato.


*Fue consultada para este post la web del diario Olé argentino.