viernes, 11 de noviembre de 2016

El miedo y los puntos

Argentina está a un solo punto de la clasificación directa y quedan 21 por disputar. Y sin embargo se respira pesimismo, miedo. El bloqueo que sufre la selección la descompone. La vemos disfuncional en lo colectivo y amilanada en lo individual. Ni Messi es reconocible. En Belo Horizonte era la esperanza y acabó disuelto en un grupo transparente. La costa queda cerca, pero cualquier orilla parece inalcanzable si no se sabe nadar. Y la albiceleste no sabe. Sus movimientos parecen aleatorios, tan instintivos como inadecuados. Bracea con agonía. Ante Brasil tragó agua. Tose y se angustia. No es novedad.

Argentina llegaba tras perder ante Paraguay en Córdoba (0-1) y replicó las mismas carencias: un equipo atascado y perdido sin capacidad de creación. Aquella noche acabó el partido con un único medio, Mascherano, y 5 atacantes. Un desequilibrio desesperado. La táctica manda mensajes que afectan al ánimo. Sin ideas, solo queda un empuje que acaba siendo barullo y poco más. Tras aquella deforestación, Bauza reforzó el mediocampo ante Brasil. Pero dio igual. El juego con Enzo o Biglia fue tan plano como lo fue con Banega. Es una señal terrible. Al equipo le falta ser un grupo cohesionado con una organización solvente. La Brasil de Tite, que va de victoria en victoria, sí lo es. El 2-0 al descanso se explicaba así. Unos habían explotado sus virtudes y otros habían penado sus carencias.

La segunda parte hizo más dolorosa la impotencia de Argentina. Llegó el 3-0 y suerte tuvo de que la cuenta se quedara ahí. El equipo ya estaba roto, hecho un guiñapo. Apenas Di María sí dio unas pinceladas. Mientras, Messi andaba perdido, cansado de no jugar. Tiene que liderar a Argentina pero en realidad la carga. Y ambas partes, grupo y líder, salen perjudicadas en una mezcla de desorientación y frustración. Se respira pesimismo, miedo. Y sin embargo Argentina está a un solo punto de la clasificación directa y quedan 21 por disputar.

"La derrota es durísima. No pensábamos terminar 3-0. Pensábamos en un partido parejo, peleado en la mitad de la cancha. En el primer tiempo tuvimos juego y llegamos tres veces, pero en el segundo nos costó muchísimo. El partido se quiebra para mí en el 2-0. Ahí tuve que arriesgar y Zabaleta quedó muy solo (entró Agüero por Enzo Pérez), a Brasil se le quedaron muchos espacios. Estamos con fuerza, sabemos que la clasificación depende de nosotros". 
Edgardo Bauza en Rueda de Prensa

"Tengo bronca por el resultado y por el partido. Hasta el 1-0 estábamos bien parados, no pasaba nada. Después de eso nos costó muchísimo y el segundo nos terminó de liquidar. Nos desordenamos, nos empezamos a desesperar. Le dejamos muchos espacios a Brasil cuando sabíamos que no lo teníamos que hacer. Cuando nos golpean nos cuesta reaccionar. Hay que pensar en Colombia siendo conscientes de que hay que cambiar muchísimo para que esta situación cambie. Para el martes hay que trabajar sobre todo la cabeza. Hay que pensar en positivo y en cambiar esta situación de mierda que estamos viviendo".
Leo Messi en Zona Mixta

jueves, 18 de agosto de 2016

Los laterales mutan

En el fútbol moderno, parece que los especialistas empiezan a escasear. La multitarea, dentro y fuera del fútbol, cada vez se impone más. Los delanteros deben marcar, pero también generar juego. Los porteros parar, pero que sepan jugar con los pies... Los laterales no son una excepción. No solo deben ser buenos en su tarea defensiva, resultando competentes en el uno contra uno o, siempre atentos, evitando ser sorprendidos y superados a su espalda. También deben ser un recurso ofensivo más, lo que implica criterio para doblar en ataque y toque para centrar con precisión.

Sin embargo, llega un momento en el que los laterales no se multiplican, sino que mutan. Eso incide en el colectivo. Una muestra de ello la vimos en menos de 24 horas. El viernes debutó el PSG en la Ligue 1 y el sábado hizo lo propio el Manchester City en la Premier League. Ambos equipos dejaron detalles tácticos interesantes, con incidencia. Precisamente, este hecho lo protagonizan dos técnicos acostumbrados a redefinir y expandir el papel del lateral.

El PSG de Emery: los laterales como extremos
La relación de Emery con el puesto de lateral no es nueva. En el Valencia tuvo el olfato para convertir a Jordi Alba en un lateral zurdo con recorrido, protagonizando junto con Mathieu la banda izquierda valencianista. Y en el Sevilla redescubrió un nuevo Aleix Vidal, lo que le ha valido al jugador para ser actual integrante del Barcelona como lateral derecho. Más recientemente, también en el Sevilla, vimos a unos laterales muy profundos y la doble lateralidad (Mariano-Coke) ya vista en Valencia.

Esa sensibilidad especial para los laterales, para descubrirlos, doblarlos y, en definitiva, explotarlos de modo productivo, tiene un nuevo capítulo en París. La declaración de intenciones llegó pronto. Los protagonistas en el segundo amistoso de la pretemporada fueron Aurier y Kurzawa, autores de los goles en el 1-3 ante el Inter de Milán. Y en el primer título en juego, la Supercopa francesa, Kurzawa se hizo muy presente en el juego de su equipo, logrando además una asistencia y un gol.

El inicio liguero fue otra muestra más. Ante el Bastia, los laterales se convertían en auténticos extremos. Así, Lucas Moura y Di María jugaban en posiciones interiores (primera imagen). Con la calidad para filtrar pases del argentino, tenerle en la mediapunta siempre es un peligro efectivo al más mínimo desmarque. Y precisamente así llegó el gol, con uno de sus grandes pases. La acción es clarificadora (segunda imagen). Aurier y Kurzawa están cerca del área, la atacan. De hecho, será Kurzawa, acompañando la acción posterior de Jesé, el que acabe marcando el gol de la victoria. Solo la vocación y función dada a los laterales le permitió estar ahí. El primer gol liguero era pura consecuencia. 
















El Manchester City de Guardiola: los laterales como interiores
Si en el caso del PSG veíamos cómo los extremos se metían al interior y las bandas quedaban para unos laterales muy ofensivos, en el Manchester City de Guardiola son los laterales los que refuerzan el juego interior. Ante el Sunderland, Clichy y Sagna se metían por dentro en fase ofensiva, con Fernandinho en el eje. Los laterales encontraban a Silva y a De Bruyne, o estos encontraban a los laterales, para tratar de generar líneas de pase. El 4-1-4-1 teórico se transformaba, pues, rápidamente.

La relación de Pep con los laterales también tiene precedentes bien conocidos. Ya se vio en el Barcelona con Dani Alves, favorecido por sus aptitudes propias para ser un centrocampista más. Ya en el Bayern, el primer movimiento llegó con Lahm, convertido en mediocentro ante la curiosa mirada de todos. Posteriormente, la polivalencia de Alaba también le llevó a ocupar situaciones interiores. Ese mismo mecanismo se ha visto en el Manchester City tanto en su estreno liguero como en el partido de Champions ante el Steaua de Bucarest. Y con dos parejas de laterales distintas (Clichy-Sagna y Kolarov-Zabaleta).

Esa plasticidad táctica se desarrolla con claridad, y deja ver la mano de Guardiola en el equipo desde el primer momento. Los laterales se vuelven interiores, el mediocentro (Fernandinho hasta ahora) respalda a los centrales y los extremos (Douglas Costa y Coman en el Bayern) aportan amplitud y desborde.


























sábado, 9 de julio de 2016

La Eurocopa es Portugal

Puede que gane el torneo. De momento, ya es finalista. Si aún no se le puede entregar el trofeo, sí podemos ponerle su rostro y hacerla corpórea. La Eurocopa es la Portugal de Fernando Santos. Las historias herocias de Islandia o Gales, así como la fiesta norirlandesa a ritmo de Will Grigg's on Fire, el juego de Alemania o la competitividad de Italia son adornos que embellecieron la Euro. Pero el torneo tiene otra identidad. Es el torneo de la mesura, en el que se mide cada paso y cada pase. No es un torneo sereno, es precavido. Sí, definitamente la Euro de 2016 es la Portugal de Santos.

Aquella tarde frenética ante Hungría lo fue tanto que, con los ojos de hoy, significó un punto de inflexión para la selección lusa. Ese 3-3 con forma de ruleta rusa puso contra las cuerdas a Portugal, hasta el punto de clasificarse solo como una de las mejores terceras. Otro aspecto, ese, del que podrá hacer bandera Portugal: la clasificación novedosa de los terceros de grupo. El descontrol y vértigo en el que se sumió Portugal casi le cuesta muy caro. La Portugal más alocada dio paso a la más cautelosa, como si el otro extremo fuera la ruta para el equilibrio. La nueva selección no solo enterró la de Hungría, sino que por el camino despidió a la que había jugado bastante bien ante Islandia (el primer tiempo, fundamentalmente) y ante Austria. Decisión y dinamismo eran sus virtudes; la definición, su losa. La Portugal de la audacia dio paso a la de la conservación.

El cambio de mentalidad provocó que el torneo luso se dividiera en dos distintos. Y el segundo empezó con el primer cruce, en octavos. El rival fue Croacia, y las primeras modificaciones llegaron en el once: Cédric se adueñó del puesto de Vieirinha (por esa banda esperaba un entonado Perisic), José Fonte era el nuevo acompañante de Pepe y Adrien Silva sería importante en su labor de tapón al vigilar constantemente a Modric. Los minutos fueron pasando marcados por la neutralización mutua. Solo al final, muy al final, al final de la prórroga, un equipo quiso ganar sin pasar por el incierto filtro de los penaltis. Croacia dio ese paso adelante que se transformó en ocasiones, entre otras un cabezazo de Vida con todo a favor. Y justo el equipo que se había permitido un mínimo grado de ambición, que quiso decidir su destino y no esperar a que el destino decidiera por él, fue el que cayó. El que preferió aguantar y esperar, venció en una contra.

Un gol al filo del final de la prórroga solo podía superarse con una tanda, y así sucedió ante Polonia. El equipo seguía adelante y lo hacía sin ganar aún ningún partido en el tiempo reglamentario. Lo hacía con un papel secundario para Cristiano (excepción hecha del partido ante la selección húngara), ya que el mejor delantero era Nani, el jugador más exuberante era Pepe y el héroe, Quaresma. Ya en semifinales, se representó otro partido contenido, medido. Gales y Portugal se alternaban las posesiones y compartían un ritmo bajo. La nota más reluciente era galesa, donde Bale, sin Ramsey de escudero, llevó su liderazgo hasta zonas insospechadas. Pero entonces Portugal volvió a encontrar el acierto y dos goles: el primero a balón parado, con un formidable cabezazo, como acostumbra, de Cristiano, y el segundo con un disparo suyo convertido por la astucia de Nani en feliz asistencia. Ni Bale ya podía levantarlo.

Esa Portugal más afortunada que virtuosa se plantaba finalmente en la final. Una Portugal que no era convincente, pero sí ganadora. Fernando Santos decidió que lo mejor eran los partidos de empate técnico en los que puedes vencer, desde luego, pero en los que también la derrota está en el cogote. Y cuando quien escribe esto trataba de entender cómo su equipo había llegado a las puertas del título europeo, cuando no encontraba los méritos para oportunidad tan generosa, me consolé comprendiendo la lógica y la coherencia del asunto. Precisamente en la Eurocopa de la precaución Portugal pasaba por ser la mejor. Y en la Eurocopa de la precaución, en su final, espera Francia, quedando por el camino una Alemania a contrasentido por iniciativa y manejo. Un equipo así no tenía sitio en París. Sí Portugal, que gane o pierda ya ha hecho suya la Eurocopa.

lunes, 27 de junio de 2016

Conte marca el paso

Italia ganó a España y se clasificó para cuartos de final de la Eurocopa porque entendió el partido. No lo jugó, lo entendió. Tomó la iniciativa desde el himno. Una sonoridad que en los últimos acordes rompió en grito de guerra en boca de De Rossi y Buffon. Y las lanzas volaron. Al primer minuto, los de Conte ya habían saltado al asalto con De Sciglio y Florenzi. Fue una Italia intrépida, y quizá el siguiente paso que le acercó a la victoria fuera ese: desconcertar al rival. La anticipación fundamentó gran parte del plan. Una propuesta que desnudó a España, para empezar, en su fase defensiva. La reestructuración hacia atrás no funcionaba y llegaban ataques en igualdad numérica. Una debilidad cuya raíz estaba más adelante. La presión adelantada que quiso hacer España resultó calamitosa. Solo servía para partir al equipo, para separar las líneas y habilitar espacios para que Italia lanzara sus transiciones. Unos iban y otros se quedaban, sin cohesión ni relevos. De Rossi acampó en el medio y se fue merendando el partido.

Todo lo contrario se podía decir de Italia, automatizada brillantemente por Conte. Sin nervios ni precipitación, la selección italiana supo penalizar la descompensación española con un toque seguro y sereno. Las ocasiones solo podían ser italianas. Un cabezazo de Pellé obligó al primer lucimiento de De Gea. También se incorporó Giaccherini, Parolo cabeceó tras un envío de De Sciglio... No salió España del aturdimiento y eso le costó el primer gol. De Gea rechazó como pudo una falta cercana de Éder y mientras que solo Piqué fue al rechace por los españoles, dos italianos buscaron el balón. Tocó Giaccherini y remató Chiellini. El 0-0 era lo mejor para España, pero el 1-0 tampocó iba a traer lamentos. España dudó y nunca lo tuvo claro. Y Pellé provocó y evidenció el desconcierto. Contribuyó a que la salida de balón española fuera deficiente al ser la sombra de Busquets, y en los despliegues italianos siempre recibía sin oposición. Como si los centrales de España tuvieran una orden de alejamiento, Pellé siempre pudo recibir y descargar desahogado. España fallaba. España reincidía. Las malas transiciones defensivas ante Turquía. Las facilidades en el juego directo del rival hacia Necid, contra Chequia. De Gea aún se guardaba un vuelo tras un tiro de Giaccherini que apuntaba a la escuadra. Sí, al descanso el 1-0 era lo mejor de España.

Italia quería la iniciativa y se lo recordó a España cuando Florenzi se incorporó al ataque al comienzo de la segunda mitad. La Italia de Conte se exhibía gracias a una perfecta coordinación de todas sus piezas que provocaban superioridades por todo el campo. Volvió a descargar Pellé un balón y dejó solo al rápido Éder, que no pudo ante De Gea en el uno contra uno. No sería la última gran llegada. Solo el físico le dio una tregua a España. El desgaste italiano se fue notando y España intentó sacar partido con Aduriz ya en el campo. Una buena combinación acabó con un remate desviado del ariete. Ese mismo cansancio italiano ensució su juego desde atrás y España sí pudo robar. Ganó presencia ofensiva, pero aun así nunca destapó el ingenio. Un tiro de Iniesta. Otro de Piqué. En ambos, Buffon como seguro. Conte, ya incontenible, trataba de insuflar oxígeno desde el banquillo.

Del minuto 65 al 80 la posesión ya no se discutía y España tenía el 75%. Pero el juego tenía más urgencia que criterio. Eso pudo bastar, y en un balón colgado Piqué remató a quemarropa. Buffon se lució con una parada abajo. Poco después, Insigne templó bien una contra, abrió para Darmian y Pellé puso la puntilla. Más que frustrada, España acabo impotente. La Italia del volcánico Conte le cambió el paso. Le puso a contrapié y le hizo tropezar.

viernes, 17 de junio de 2016

Anochece en Croacia

Croacia seguirá mirando a un cielo que se le oscureció de pronto, y ahí aún intenta descifrar qué futuro esconde las estrellas en la noche. Celebraría encontrar, desnortado y perturbado, la estrella polar. Así se siente tras desperdiciar un 2-0, ver a Modric lesionado y, sobre todo, sufrir a unos vándalos que podrían sacar a la selección del torneo. Todo en un partido que estaba bien controlado, tanto con Luka como sin él. En el que con 2-0 estaba más cerca el tercero croata que el primero checo. Y que con 2-1 estaba igualmente más cerca el 3-1 que el empate. Pero llegaron los errores puntuales de los centrales Corluka y Vida, hasta entonces eficaces en su tarea.

Es muy fácil resumir el desenlace del partido así: con Modric el resultado era 2-0 y sin él, 0-2. Qué importante es Modric. Y sí que lo es. Pero no existió causalidad. Croacia defendía y transitaba bien. Amenazaba y no concedía. Cuando pudo nacer la incertidumbre con el 1-2 de Skoda, Croacia respondió con facilidad: reactivación y control. Chequia se había visto obligada a la iniciativa en el segundo tiempo. Su clasificación estaba en juego. Subió líneas, pero sin generar ocasiones. Cuando las cosas se hacen por obligación y no por convicción es más complicado hacerlas bien. Chequia tenía que cambiar su plan. Porque el partido también sirvió para subrayar la naturaleza de ambas selecciones, ya apuntadas en la primera jornada: una Croacia protagonista y una República Checa defensiva.

Perisic, Rakitic (MVP), Modric, Srna... Muchas piezas formaban el buen engranaje croata, que siguió en marcha cuando Luka se marchó. Pero llegó el bochorno desde la grada. Múltiples bengalas, un petardo que explotó junto a un operario... El episodio pudo turbar, o no, a Vida, en la mano más torpe que podemos recordar. Impotentes y avergonzados, a los croatas solo les quedaba tragar con el empate. Se fue un partido, se retiró Luka y se puede escapar la Euro. De pronto se hizo de noche en Croacia.

sábado, 11 de junio de 2016

Payet es irresistible

Payet lo hizo. Y vaya si lo hizo. Le robó el protagonismo a Rumanía. Le borró de los titulares. Desactivó la sorpresa con una asistencia y un gol. Y una ascendencia imprescindible. Fue la respuesta que encontró una Francia con más apuros de los deseados, quizá también más de los previstos. Delante se había plantado una versión muy competitiva de Rumanía. Sí, estaba en la Euro pudiendo presumir de un currículum muy pulcro: fase de clasificación sin derrotas y solo dos goles recibidos. Pero ahora se le venía encima todo un país, una anfitriona obligada a ser más que candidata. A ser favorita. Una reválida de máxima exigencia, que ponía a prueba sus cualidades. Y sacó muy buena nota.

Rumanía fue valiente al comienzo y disciplinada siempre. La Rumanía invicta era capaz de igualar el nivel del rival para seguir mostrando sus atributos. Francia se revolvió al descaro inicial con un tiro al palo, pero los galos se iban a mostrar incapaces de desestabilizar a los rumanos. Era un equipo sin control de la situación, con el peligro latente de algún impulso arrollador. Griezmann y Payet hacían avanzar a una Francia que sin ellos le costaba maniobrar sin caer en la descoordinación y la precipitación. No ayudó Pogba, cuyos adornos solo frenaban a su equipo. Tampoco Giroud, atado en corto y errático.

La segunda parte volvió a ver a una Rumanía envalentonada, y Stancu volvió a rozar el gol con otra pelota puesta por Stanciu. Griezmann y Payet debían volver a sumar por dentro, recibiendo y clarificando el juego. Y el del West Ham acabó iluminándolo todo. Empezó a arrancar, frenar y asistir. Hasta que puso el centro del 1-0. Prontó empató Rumanía, de penalti, porque los rumanos no iban a rendirse tan fácil. Se fue Griezmann y Coman y Martial trataron de dar vuelo por las bandas. Pero el hombre era Payet, con permiso de Kanté. Y Payet, en el 89', lo hizo. Hizo lo que tantas veces ya ha hecho. Decidió con su calidad, favorecido por su reubicación en la mediapunta. Desde ahí soltó un zurdazo a la escuadra de impresión. O de expresión, pues te podía salir de la boca cualquier disparate. Emocionante y emocionado, tuvo la oportunidad de recibir la ovación del repleto Saint-Denis. Payet merecía ese desenlace, aunque no lo merecía Rumanía. En el día en el que Rumanía compitió, Payet fue irresistible.

viernes, 1 de abril de 2016

A mí también me regateó Cruyff

Empecé a ver fútbol por la televisión (o lo que es lo mismo, a seguirlo) en la temporada 96/97. La Liga de las Estrellas, la llamaron. Pero por encima de todo, era la Liga 1 d.C. El primer torneo liguero después de Cruyff. Yo aún no lo sabía. Tampoco sabía quién era Cruyff, ni su influencia ni legado. Lo tuve que descubrir poco a poco, con imágenes aisladas de un albúm de oro que desconocía. El 0-5 del Bernabéu, su taconazo inverosímil al Atlético, reliquia de nuestro campeonato, el 5-0 con un Romario de dibujos animados, un 2-0 en Copa al Madrid, la Copa de Europa en Wembley… 

Las páginas se iban completando de modo más fortuito que intencionado. La grandeza de la obra de Johan, lo entendí luego, le hacía eterno y le acercaba a todos aunque no le buscasen. Las imágenes seguían. Un día fue el 0-6 en San Mamés, otro aquellos apasionantes finales de Liga… Evidentemente, también el 4-0 de Atenas. O, volviendo al Cruyff jugador, la final mundialista ante Alemania, donde Johan, en el primer minuto, concentró su talento y genialidad. Toda esa cosmología cruyffista, ese universo propio, iba llenando los espacios vacíos en mi cabeza.

Pero quedaba entender el conjunto, su contexto. Cuál era la naturaleza de la obra y del protagonista. Y así lo terminé entendiendo. Fue un jugador formidable que transformó al Barça. El maestro del cambio de ritmo que, precisamente, le cambió el paso al club de manera trascendental y sin fecha de caducidad. Le engrandeció. Como jugador avisó de la revolución identitaria, estilística y triunfal que estaba por llegar. Tras 14 años sin ganar una Liga, el Barça la levantó en el estreno de Johan, con aquel 0-5 al Madrid por el camino. Entonces no pudo abrirse un ciclo. Pero se sembró una semilla fundamental.

Años después, con el recuerdo y admiración hacia el jugador, se dio la bienvenida al entrenador. En ambos casos, su clarividencia y liderazgo iban a contagiar al Barça hasta hacerlo suyo. El Barça de Cruyff era el mismo Johan. La entidad azulgrana comenzó a ganar mucho, incluso a ganar como nunca (Copa de Europa), pero sobre todo ganó una identidad. Con ella, el club se expandió, se modernizó y encontró un camino. Sistematizó un estilo que le hizo gigante. El Barça de hoy, el de mañana, no se podrá entender sin Cruyff. Por eso no solo fue un genio, sino que también se convirtió en una leyenda.

Todo eso lo supe, ya digo, con el paso de los años. Entre todas esos episodios sueltos que fui recopilando llegué al Atlético del doblete, a esa final copera en la Romareda. Enmarcado en el éxito rojiblanco, en el reverso, empezaba la despedida de Cruyff. Demasiado pronto para mí. Cuando a través de la pantalla de la televisión me convertí en un espectador más del Camp Nou, él ya se había ido. Mi primer Barça lo formaban Bobby Robson, Ronaldo y Luis Enrique. Un Barça nuevo. Antes de darme cuenta el 14 ya se había ido. Como si yo fuese un defensa alemán, puedo decir que a mí también me regateó Cruyff.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Y la Juventus levantó la voz

Callada, silenciada y censurada. La Juventus quería replicar, pero no se lo permitían. Una sola palabra quedaba prohibida. Aquí no se discute, decía el Bayern con su juego. Y no se discutió. No durante 63 minutos de juego apabullante y resultado fulminante: 0-2. Durante todo ese tiempo, el equipo de Guardiola se apropió del terreno de la Juventus y ejerció su conquista con una posesión eterna y avanzada. Y la presión tras pérdida evitaba cualquier respuesta. La plasticidad del Bayern se tradujo en un 3-5-1-1. Vidal se incrustó entre Kimmich y Alaba, Lahm y Bernat se reconvertían en interiores que escoltaban a Thiago. Y bien abiertos, Douglas Costa y Robben. Sacamos de la línea a Müller porque él precisa una sola para él. Puede bajar al medio, ir hacia fuera o respaldar a Lewandowski en punta. Él decide. Así repartidos, los jugadores del Bayern clavaron su bandera en el campo de la Juventus, que a su vez se juntaba atrás con tantos escudos como flechas. Disparó Vidal, perdonó solo Müller, voleó Robben y cabeceó fuera Lewandowski. 

Sí, pero cero a cero. Tanta fascinación quedaba inconclusa. Pero era irresistible, y el propio Müller, siempre puntual, remató en el área una jugada fabricada por los extremos y con un balón salvado por un Douglas Costa afilado. Y la segunda parte comenzó como punto y seguido. Entonces Robben corrió desde la derecha y dibujó una trayectoria hacia dentro paradójica: conforme se alejaba de la portería se acercaba al gol. Condujo a la izquierda, retrocediendo su posición, hasta encontrar la rendija necesaria y clavó el gol que tantas veces ha repetido. Un zurdazo inapelable. Ya no podía pasar nada malo para el Bayern. Con ese juego, ese resultado, esas alturas de partido... No podía.

Y entonces, el minuto 63. Kimmich dejó mal un balón que Mandzukic no dudó en ceder a Dybala, aprovechando que el propio Kimmich se había quedado descolocado. Y el argentino marcó. Se acabó el sometimiento. La Juve levantó la voz. El partido se agitó. El Bayern ya no iba a controlar un juego que se había revuelto. Los de Allegri se expresaron como nunca antes, cargados de fogosidad, y Sturaro se anticipó a Kimmich, pobre Kimmich, para rematar desde cerca a Neuer, que había evitado el empate en un tiro de Cuadrado como él sabe: erguido y firme. Ante Sturaro no pudo hacer nada. Desbocada la Juve, el Bayern perdió su discurso persuasivo. A los de Allegri le dieron la palabra y ya no calló.