Croacia seguirá mirando a un cielo que se le oscureció de pronto, y ahí aún intenta descifrar qué futuro esconde las estrellas en la noche. Celebraría encontrar, desnortado y perturbado, la estrella polar. Así se siente tras desperdiciar un 2-0, ver a Modric lesionado y, sobre todo, sufrir a unos vándalos que podrían sacar a la selección del torneo. Todo en un partido que estaba bien controlado, tanto con Luka como sin él. En el que con 2-0 estaba más cerca el tercero croata que el primero checo. Y que con 2-1 estaba igualmente más cerca el 3-1 que el empate. Pero llegaron los errores puntuales de los centrales Corluka y Vida, hasta entonces eficaces en su tarea.
Es muy fácil resumir el desenlace del partido así: con Modric el resultado era 2-0 y sin él, 0-2. Qué importante es Modric. Y sí que lo es. Pero no existió causalidad. Croacia defendía y transitaba bien. Amenazaba y no concedía. Cuando pudo nacer la incertidumbre con el 1-2 de Skoda, Croacia respondió con facilidad: reactivación y control. Chequia se había visto obligada a la iniciativa en el segundo tiempo. Su clasificación estaba en juego. Subió líneas, pero sin generar ocasiones. Cuando las cosas se hacen por obligación y no por convicción es más complicado hacerlas bien. Chequia tenía que cambiar su plan. Porque el partido también sirvió para subrayar la naturaleza de ambas selecciones, ya apuntadas en la primera jornada: una Croacia protagonista y una República Checa defensiva.
Perisic, Rakitic (MVP), Modric, Srna... Muchas piezas formaban el buen engranaje croata, que siguió en marcha cuando Luka se marchó. Pero llegó el bochorno desde la grada. Múltiples bengalas, un petardo que explotó junto a un operario... El episodio pudo turbar, o no, a Vida, en la mano más torpe que podemos recordar. Impotentes y avergonzados, a los croatas solo les quedaba tragar con el empate. Se fue un partido, se retiró Luka y se puede escapar la Euro. De pronto se hizo de noche en Croacia.
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