El fútbol, fuente inagotable de debates, presenta desde anoche uno nuevo: el planteamiento del Inter y de Mourinho en el Camp Nou. Aunque realmente el fondo del debate es cualquier cosa menos novedoso. Esa discusión sobre los estilos y los medios empleados para ganar un partido pueden ser de los temas más recurrentes en las tertulias futbolísticas.
Para empezar, todos debemos hacer un ejercicio de amplitud de miras y entender que hay distintos caminos hacia el éxito, cada uno con su propia belleza más o menos evidente. Entiendo que análisis tan negativos como que el Inter ayer ensució el fútbol con una apuesta tan defensiva son análisis extremistas, que las cosas no son blancas impolutas ni negras tenebrosas, sino que hay una gran variedad de grises. El ejercico defensivo aplicado ayer requiere de una concentración tan alta y una coreografía tan coordianada que, algo así, nunca puede ensuciar el fútbol. Incluso lo embellece al introducir variantes y riqueza en las muchísimas variables que entran en juego a lo largo de la temporada. Se equicocarán aquellos que intenten definir despectivamente a Mourinho por el planteamiento en Barcelona. El partido de ida o el jugado en Stamford Bridge, los cuales no deberían ser obviados, les contradicen.
El Barcelona apuesta por un guión, por una bella forma de entender este deporte: jugar mientras se compite. Y, gracias a una excelencia quizá nunca vista, han entrado en el selecto club de esos equipos que quedarán en la memoria. Como contraste, el Inter de Mourinho es capaz de mutar, tener varios guiones y aplicar el debido para partidos como el de la pasada noche: competir mientras se sobrevive. Así sí se define este Inter, no como un equipo mezquino, sino desde el convencimiento de que en el fútbol se presentan variados problemas, y por tanto, a cada problema distinto se le debe aplicar un solución diferente.
Dentro de ese desinterés indisimulado por el balón está la crítica por no haber querido buscar el área de Valdés. No lo hizo porque no quiso, porque en la cabeza de Mourinho no se jugaba un partido, se definía una eliminatoria. Y en ella ya habían conseguido tres tantos. El trabajo ofensivo estaba hecho, quedaba proteger la portería propia, levantar esa muralla para confirmar el 50% restante. En definitiva, sacrificó jugar un partido para ganar una eliminatoria.
Ahora bien, toda esta defensa a los medios dibujados en la pizarra de Mourinho parten de la premisa de entender el planteamiento como un recurso concreto a una situación concreta. No sería soportable un equipo que se definiera continuamente como ultradefensivo, pero sí es inteligente saber cuándo tu mejor opción puede pasar por serlo, o que al menos tienes esa carta a tu disposición.
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