Es interesante ver cómo sentimientos muy contrarios, nada cercanos, llegan a tener un vínculo tan próximo. Cómo esa barrera que los separa resulta tan frágil. Exultante alegría y profunda tristeza. Y entremedias un instante de expectación, un segundo de suspensión hasta la reacción debida. Un logro capaz de ser provocado por el fútbol, en especial si hablamos de una penúltima jornada de Liga.
Baste un ejemplo. Tres campos, seis equipos y siempre un hilo que los une. Minuto 67 de partido. En Sevilla el Barcelona camina con suficiencia hacia el título, con un 0-3 que le reafirma como líder. Mientras, el Madrid se intenta rebelar contra el 1-1 que le haría despedirse de la Liga. Y unido por un cordón invisible A Coruña late al ritmo del Sánchez Pizjuán: el Mallorca y su milagrosa trayectoria sacan un punto que se muestra fenomenal gracias a la alianza indirecta con el Barça.
Es entonces cuando, como si fuera una obra teatral, el escenario se transforma. Se apagan las luces y se vuelven a encender. Minuto 68 y todo se descoloca para reordenarse. Cambios que hacen que todo siga igual. Riki perfora la portería de Aouate y, como si de una caprichosa casualidad, el dolor del Mallorca se vuelve esperanza en el Sevilla con un gol simultáneo de Kanouté. A su vez, el Barcelona ve que la alfombra roja debe esperar, que llega el 2-3 cuando aún no entiende aún el primero y que en el minuto 72 Higuaín marca y el Madrid se libera.
Todo se reajusta, se reequilibra, y lo que eran destinos que se estaban decidiendo se convierten en un espejismo burlón. El Madrid resiste, el Barça aguanta con susto incluido y el Mallorca ve la Champions como algo más lejano. Cinco minutos locos, de cambios, bellos, emocionantes. Una fila de fichas de dominó que puso en acción Riki y concluyó con la ficha de Higuaín. Destinos cruzados, en definitiva. Destinos que se mueven por lo que hacemos y por lo que no controlamos. Y los hilos comunicantes se multiplican en los otros siete partidos de la noche de ayer, para continuar el próximo fin de semana. Disfrutemos con esto. O suframos, si acaso podemos llegar a separar ambas emociones.
domingo, 9 de mayo de 2010
La variabilidad de cinco minutos
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