Los tópicos del fútbol, como los de la vida, tienden a ser explicaciones superficiales y con un rigor cuestionable. Comodines para evitar ese análisis más extenso y con más matices que se evita por pereza o por comodidad. Uno de esos tópicos archiconocidos relata que el fútbol es un juego donde se enfretan 11 contra 11 y al final ganan los alemanes. Y aunque como tópico que es está lleno de ejemplos que lo contradicen, por esta vez vemos un ejemplo práctico de ello.
Y lo vemos en el Bayern, y lo temen en el Olympique Lyonnais. Si de algo ha podido presumir Van Gaal y el equipo que comanda ha sido de su capacidad de revivir cuando más débil tenía el pulso. O cuando más débil debía tenerlo. El camino hasta las semifinales ha estado rebosante de emociones fuertes, de pronósticos rotos. Tres noches con características comunes. Primero, la necesidad de evitar la caída fuera de casa (Turín, Florencia y Manchester). Luego, el esfuerzo extra de remediar en esos mismos partidos unos resultados parciales desfavorables (1-0, 3-1, 3-0, respectivamente). Y ser capaces, finalmente, de agarrar ese gol que valía si no para evitar la derrota sí para alcanzar la clasificación. Apabulló ante la Juventus, 1-4, en un duelo directo por la segunda plaza con los turineses. Y con ayuda de sendos 2-1 en los partidos de ida hizo buenos un par de 3-2 contra Fiorentina y United. La fe representada en Olic, valioso desde la perseverancia, o la pegada dibujada por la zurda de Robben mantuvieron al Bayern de pie.
Muchos pensarán hasta cuándo llegará esa capacidad de vivir al límite. De momento, ha dado para que el Bayern esté entre los cuatro mejores del contienente. Así, en estos días, la frase de Gary Lineker en el calor de unas semifinales perdidas allá por 1990 tiene a un equipo que la revaloriza.
miércoles, 21 de abril de 2010
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