Muy alargada la sombra que caía sobre el Levante. Colista de la Primera División habiendo cosechado un empate como mayor triunfo. Volviéndose la derrota tan propia y tan familiar que dejaba de preocupar, que ese sentimiento daba paso a la resignación. En la grada con el descontento más que justificado de la hinchada y en el campo con la incapacidad de los futbolistas. Son en los malos momentos cuando aprecias de verdad las antiguas conquistas que ahora se ven lejísimos, aunque estén tan cercas que aún se podrían saborear. Y también es cuando el reencuentro con el éxito se recibe con un plus que desata la euforia sin ningún sostén.
Euforia de una afición que por fin puede saborear un triunfo de su equipo, que puede recojer su ego del fondo del pesimismo y mirar de cara al rival sabiéndose vencedores. Y euforia de un veterano delantero italiano que ha hecho posible todo ello, Christian Riganò. Tres goles en el primer periodo para hundir al Almería, o lo que es lo mismo, un rival por eludir el descenso. Siguen los azulgranas en la cola de la tabla, eso es cierto. Tanto como que un día de sol no hace verano. Y también que no hay otro camino que ganar si no se quiere ser el primer sacrificado para dejar una vacante la próxima temporada en Primera.
Por lo pronto, ya no quedarán como el peor equipo en la historia de la Liga a estas alturas. El dudoso honor correspondía al Sporting de Gijón de la temporada 1997-98. Ese equipo -con los rusos Nikiforov, Lediakhov y Tcherisev en sus filas, entre otros- hizo justamente los mismos números que el Levante hasta esta jornada. Encima de ser colista solo faltaba convertirse en el peor de los peores, pensarían en tierras valencianas. Pero ahí estaba el héroe del día para no permitir tal circunstancia. Se podría decir que el Levante y Riganò han ganado esta pequeña batalla contra la estadística. La guerra de la salvación sigue siendo cruenta. Aunque hoy un poco menos.
1 comentario:
Lastima que Levante no sea Esparta. Estos van a caer rapido como arcadios.
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