En la Supercopa francesa flotaban dos nombres. El de Mbappé, que puede salir del Mónaco, y el de Neymar, al que espera el PSG. Al final, entre ambas interrogantes, fue el partido de alguien que es una certeza. Dani Alves, un competidor incansable, cambia de colores y parece que todo sigue igual. Nuevo en París, pero familiar para el fútbol. Para el Mónaco, a estas horas, más familiar que nunca. Alves, en una extraordinaria eliminatoria, descarriló a los monegascos de la Champions y en Tánger volvió a ser esa misma piedra. Gol, asistencia y remontada (1-2). Desde ese mismo extremo derecho que conoció con Allegri y por el también decidió apostar Emery.
El Mónaco empezó agresivo. Hasta el punto de que a los treinta segundos Lemar ya había disparado y al minuto los de Jardim botaron el primer córner. Ambas llegadas fueron fruto de una gran presión alta. El PSG se fue quitando el sofoco, con una posesión creciente y ante todo estabilizadora. Originó ocasiones, como un disparo centrado de Alves (le cayó a la izquierda) o un remate de Cavani interceptado por Jemerson. Los de Emery habían puesto el partido a temperatura ambiente. Ya sin los sudores iniciales se veía asentado. Por ahí se deslizaba Pastore, falso extremo en el asimétrico 4-3-3 parisino. Tampoco faltaba el arquitecto Verratti, mientras que Meunier iba sumando incorporaciones.
Pero el Mónaco se adelantó justo entonces, a la media hora. Fabinho robó por anticipación en el medio, y tras un par de pases llegó el asalto: apoyo de Falcao y pase profundo de Tielemans para Sidibé, que se apropió de la posición y del encanto de Bernardo Silva y picó ante Areola. Una transición brillante, con un perfecto sentido del espacio y la ruptura. No era el primer aviso monegasco, que previamente pudo tener más acierto si Falcao y Mbappé hubieran tenido papeles cambiados. El Mónaco, en este punto, lo volvía a hacer. Rompió la calma del PSG, deshizo su control y le ganó la posición. Como lo había hecho en el fútbol francés.
La segunda parte no parecía mejor encaminada para los de Emery. Otra transición rápida del Mónaco, un buen centro de Sidibé y remate alto de Falcao. Estaba cómodo el campeón de Liga en su repliegue. Al PSG la faltaba agilidad para construir. Fue cuando el partido entró en otra frecuencia. La sintonizó Dani Alves y ahí iba a sonar su propia voz. Arremolinó al Mónaco a partir de su espléndido gol de falta. El brasileño condicionó el partido hasta determinarlo. Poco después, puso un centro y encontró una triunfal entrada desde segunda línea de Rabiot. 1-2. Todo parecía más fluido en el PSG. No es lo mismo defender que contener, y el Mónaco defendía sin poder contener a Alves ni a sus efectos. Con todo pudo llegar el empate, con dos testarazos de Carrillo y Falcao, ya sin Mbappé a pesar de la necesidad. Pero Alves acabó ganando, como MVP, el primer título que disputaba con el PSG. Siempre compitiendo.
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