De Alemania podemos destacar bastantes cosas. Podemos escribir sobre la eficiencia de Mario Gómez, la perdurabilidad de Klose, la creatividad de Özil o las travesuras de Reus. Tampoco nos podríamos dejar las salidas desde la banda del capitán Lahm o la seguridad y limpieza de Hummels en sus intervenciones. Pero con todo, y sobre todo, el impacto me lleva a otro punto de interés. Khedira. El centrocampista está dejando atrás las miradas grises y críticas para cambiarlas por otras limpias y claras. Ayer fue el culmen, con Alemania reservando sitio para semifinales a costa de Grecia (4-2). Además de su actividad y soltura firmó un gol desgarrador, de llegada, potencia y confianza. Así se podría definir su torneo.
Sus prestaciones son en sí mismas destacables, pero la temporada que ha precedido a la Eurocopa multiplica, sin duda, la fijación por este Khedira de la Mannschaft. Un jugador que transmite muchas cualidades ocultas en su club. Frescura y atrevimiento, para empezar. Llega al ataque, resulta incontenible y no deja de ofrecerse. Revitalizado en sus acciones e intervenciones, no deja de proponer. Ataca, ve buenos pases y arriesga con ellos. Y lujos técnicos como algún que otro taconazo se interpretan como signos de su comodidad y la confianza en sí mismo.
Protegidas sus espaldas por Schweinsteiger, se desliza en terreno rival. Pero además de sus efectos directos está su influencia colateral. Como un atacante más, se convierte en un elemento de distracción extra para las defensas y facilita la desatención hacia sus compañeros Özil, Müller o Reus.
Es una transmutación. La contención le enfriaba y la libertad le está reanimando. Es el Khedira de Alemania, como también lo era el del Stuttgart. Un andamio como madridista que se articula de modo conmovedor estos días. Un tractor que hoy es tuneladora. Sami participa y acierta. El balón no incomoda, sino que es buscado. Incide y disfruta. Y con él, vamos disfrutando el resto.
sábado, 23 de junio de 2012
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