Puede que gane el torneo. De momento, ya es finalista. Si aún no se le puede entregar el trofeo, sí podemos ponerle su rostro y hacerla corpórea. La Eurocopa es la Portugal de Fernando Santos. Las historias herocias de Islandia o Gales, así como la fiesta norirlandesa a ritmo de Will Grigg's on Fire, el juego de Alemania o la competitividad de Italia son adornos que embellecieron la Euro. Pero el torneo tiene otra identidad. Es el torneo de la mesura, en el que se mide cada paso y cada pase. No es un torneo sereno, es precavido. Sí, definitamente la Euro de 2016 es la Portugal de Santos.
Aquella tarde frenética ante Hungría lo fue tanto que, con los ojos de hoy, significó un punto de inflexión para la selección lusa. Ese 3-3 con forma de ruleta rusa puso contra las cuerdas a Portugal, hasta el punto de clasificarse solo como una de las mejores terceras. Otro aspecto, ese, del que podrá hacer bandera Portugal: la clasificación novedosa de los terceros de grupo. El descontrol y vértigo en el que se sumió Portugal casi le cuesta muy caro. La Portugal más alocada dio paso a la más cautelosa, como si el otro extremo fuera la ruta para el equilibrio. La nueva selección no solo enterró la de Hungría, sino que por el camino despidió a la que había jugado bastante bien ante Islandia (el primer tiempo, fundamentalmente) y ante Austria. Decisión y dinamismo eran sus virtudes; la definición, su losa. La Portugal de la audacia dio paso a la de la conservación.
El cambio de mentalidad provocó que el torneo luso se dividiera en dos distintos. Y el segundo empezó con el primer cruce, en octavos. El rival fue Croacia, y las primeras modificaciones llegaron en el once: Cédric se adueñó del puesto de Vieirinha (por esa banda esperaba un entonado Perisic), José Fonte era el nuevo acompañante de Pepe y Adrien Silva sería importante en su labor de tapón al vigilar constantemente a Modric. Los minutos fueron pasando marcados por la neutralización mutua. Solo al final, muy al final, al final de la prórroga, un equipo quiso ganar sin pasar por el incierto filtro de los penaltis. Croacia dio ese paso adelante que se transformó en ocasiones, entre otras un cabezazo de Vida con todo a favor. Y justo el equipo que se había permitido un mínimo grado de ambición, que quiso decidir su destino y no esperar a que el destino decidiera por él, fue el que cayó. El que preferió aguantar y esperar, venció en una contra.
Un gol al filo del final de la prórroga solo podía superarse con una tanda, y así sucedió ante Polonia. El equipo seguía adelante y lo hacía sin ganar aún ningún partido en el tiempo reglamentario. Lo hacía con un papel secundario para Cristiano (excepción hecha del partido ante la selección húngara), ya que el mejor delantero era Nani, el jugador más exuberante era Pepe y el héroe, Quaresma. Ya en semifinales, se representó otro partido contenido, medido. Gales y Portugal se alternaban las posesiones y compartían un ritmo bajo. La nota más reluciente era galesa, donde Bale, sin Ramsey de escudero, llevó su liderazgo hasta zonas insospechadas. Pero entonces Portugal volvió a encontrar el acierto y dos goles: el primero a balón parado, con un formidable cabezazo, como acostumbra, de Cristiano, y el segundo con un disparo suyo convertido por la astucia de Nani en feliz asistencia. Ni Bale ya podía levantarlo.
Esa Portugal más afortunada que virtuosa se plantaba finalmente en la final. Una Portugal que no era convincente, pero sí ganadora. Fernando Santos decidió que lo mejor eran los partidos de empate técnico en los que puedes vencer, desde luego, pero en los que también la derrota está en el cogote. Y cuando quien escribe esto trataba de entender cómo su equipo había llegado a las puertas del título europeo, cuando no encontraba los méritos para oportunidad tan generosa, me consolé comprendiendo la lógica y la coherencia del asunto. Precisamente en la Eurocopa de la precaución Portugal pasaba por ser la mejor. Y en la Eurocopa de la precaución, en su final, espera Francia, quedando por el camino una Alemania a contrasentido por iniciativa y manejo. Un equipo así no tenía sitio en París. Sí Portugal, que gane o pierda ya ha hecho suya la Eurocopa.
Un gol al filo del final de la prórroga solo podía superarse con una tanda, y así sucedió ante Polonia. El equipo seguía adelante y lo hacía sin ganar aún ningún partido en el tiempo reglamentario. Lo hacía con un papel secundario para Cristiano (excepción hecha del partido ante la selección húngara), ya que el mejor delantero era Nani, el jugador más exuberante era Pepe y el héroe, Quaresma. Ya en semifinales, se representó otro partido contenido, medido. Gales y Portugal se alternaban las posesiones y compartían un ritmo bajo. La nota más reluciente era galesa, donde Bale, sin Ramsey de escudero, llevó su liderazgo hasta zonas insospechadas. Pero entonces Portugal volvió a encontrar el acierto y dos goles: el primero a balón parado, con un formidable cabezazo, como acostumbra, de Cristiano, y el segundo con un disparo suyo convertido por la astucia de Nani en feliz asistencia. Ni Bale ya podía levantarlo.
Esa Portugal más afortunada que virtuosa se plantaba finalmente en la final. Una Portugal que no era convincente, pero sí ganadora. Fernando Santos decidió que lo mejor eran los partidos de empate técnico en los que puedes vencer, desde luego, pero en los que también la derrota está en el cogote. Y cuando quien escribe esto trataba de entender cómo su equipo había llegado a las puertas del título europeo, cuando no encontraba los méritos para oportunidad tan generosa, me consolé comprendiendo la lógica y la coherencia del asunto. Precisamente en la Eurocopa de la precaución Portugal pasaba por ser la mejor. Y en la Eurocopa de la precaución, en su final, espera Francia, quedando por el camino una Alemania a contrasentido por iniciativa y manejo. Un equipo así no tenía sitio en París. Sí Portugal, que gane o pierda ya ha hecho suya la Eurocopa.
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