Apetecía bastante ver el PSV-Milan. No solo por la entidad de los clubes, con el recuerdo añadido de las semifinales de 2005. También interesaba mucho por testar a ese PSV de Cocu que sorprende por su juventud, con Bakkali como bandera de ese talento precoz. Ante el Milan estuvo ausente por lesión, pero la esencia de los de Eindhoven no desaparecía por ello, guardando su atractivo.
El PSV se distiguió como un grupo vitalista. Era muchas las cualidades que se decidió a mostrar el equipo de Cocu. Estusiasmo, confianza, desparpajo, atrevimiento, ritmo e insistencia. El juego era ofensivo, con despliegues rápidos que se afilaban por la movilidad de los jugadores. En ello participó Park, en teoría extremo derecho pero en la práctica un medio más. Depay no dejó de probar el lanzamiento, aunque quien mejor afinaba era Maher.
Y mientras, el Milan transmitía una decepcionante mediocridad. Transitaba por el campo con una intensidad baja, más un repliegue declarado con el que cedía la iniciativa al
rival. Encima, esas líneas retrasadas no suponían una firmeza defensiva, pues el PSV bordeó varias veces el gol. Sí, se adelantó el Milan. Pero reconocer el poder de fuego del equipo de Allegri no debe despistar. Cuando nos referimos al buen o mal juego hablamos del comportamiento de un equipo, y no del destello de una individualidad. Con balón, en fin, los milanistas fueron pobres, sin
continuidad en sus jugadas. Ahí llegamos a Montolivo, de nula influencia,
intervencionaes puntuales y sin capacidad de organizar, mandar y liderar.
Con todo, la segunda parte vio a un Milan más amenazante, no tanto por méritos suyos como por un PSV más vaporoso. Los de Cocu perdieron la continuidad en su juego y ahí encontró el Milan una fase donde no sufría en defensa y donde amenazaba en ataque. Balotelli y El Shaarawy se buscaban para inquietud de los defensas. Con más inercia que ambición la amenaza de un 0-2 parecía real. Sin embargo, como tantas veces en el fútbol, el relato cambia de repetente. El gol del PSV no llegó cuando era más previsible sino de modo imprevisto. Un hasta entonces acertado Abbiati fue a dejar suelto un chut lejano de Bruma, que Matavz cazó de cabeza.
Un 0-1 habría sido ingrato, e incluso el empate final sabe escaso. Un 2-1 habría encajado mejor con lo visto. Y es que el PSV se
armó desde la proposición y el descaro; el Milan construyó su mejor etapa desde el bajón del
rival. Al final lo que queda es una eliminatoria totalmente abierta que se decidirá en San Siro, esperando que pueda participar, entonces sí, Bakkali.
No hay comentarios:
Publicar un comentario